jueves, 27 de mayo de 2010

1.-Reportaje: Antes: Todo por la Patria. Ahora también: Todo por la Paz

En la puerta de todos los cuarteles militares españoles se puede leer: “Todo por la patria”, es una máxima de cualquier ejército nacional. Ahora, en la mayoría de ellos, también se podría escribir: “Todo por la paz”. Sin duda las operaciones que hacen los militares españoles para conseguir la paz en otros países son tan importantes, e incluso más, que las actividades que realizan para prepararse para un futuro -y nunca deseado- conflicto bélico.

Han sido numerosos los destinos que los militares españoles han conocido. Si nos fijamos también en lo negativo de las operaciones de mantenimiento de la paz, han sido demasiados los voluntarios que han perdido la vida en alguno de estos destinos. “En determinadas operaciones de pacificación es necesaria la intervención militar, porque a veces solo con el uso de la fuerza se puede conseguir la paz”, son palabras de Boutros Ghali, uno de los secretarios de las Naciones Unidas. Con esta cita se puede resumir de manera breve el pensamiento que hay detrás de las denominadas, de manera general, misiones de paz. Este es el pensamiento por el cual la Organización de las Naciones Unidad impulsó este tipo de actividades internacionales.

Alrededor de las misiones de paz, ha existido siempre un debate difícil de resolver. Incluso dentro del propio ejército hay opiniones muy contrastadas. Es importante tener en cuenta las diferencias evidentes que hay entre la formación que antes recibían los soldados y la que reciben ahora los militares que forman parte de las fuerzas armadas profesionales. En la actualidad, la formación que los militares reciben es mucho más amplia y específica que la que recibían antes. Además, ahora también, tienen un periodo de formación teórica y práctica sobre los destinos a los que van a ir de misión. Pero dejando a un lado este hecho, que sin duda en significativo para comparar las diferentes opiniones, cada militar puede hacer reflexiones diversas e incluso opuestas. Algunos contestan con una pregunta, cuando se les pide que den su valoración personal de las misiones de paz: “¿Porqué tenemos que ser los militares quienes llevemos la paz, si nos han enseñado a hacer la guerra”. Pero también hay afirmaciones en las que se defiende que en los sitios en los que se necesitan las misiones de paz, sino fuera por los militares habría guerra: “al ir militares, somos nosotros quienes ayudamos y evitamos que se produzca cualquier problema. Aparte si hubiera cualquier altercado sabrían como resolverlo”. Las primeras declaraciones son de un militar que fue formado en el ejército antes de la reforma, y como muy bien explica, él considera que a los militares se les entrena para hacer la guerra. La segunda cita es de un soldado joven y que pertenece al ejército profesional, donde considera que no solo les enseñan a saber solucionar conflictos armados sino también a ayudar a los demás.

La Organización de Naciones Unidas (ONU) se creó en la ciudad de San Francisco el día 26 de junio de 1945. Se fundó poco después de que terminara la Segunda Guerra Mundial. Esta organización y todos los países que la conformaban tenían muchos problemas que solucionar dado el estado en que se encontraba la mayor parte del mundo, principalmente Europa, tras la peor guerra conocida hasta el momento. Una de las cuestiones que querían solucionar hacía referencia a la paz internacional, la plasmaron por escrito de la siguiente manera: “mantener la paz y la seguridad internacionales”. Esta fue la primera idea sobre lo que hoy se conoce como los cascos y boinas azules, las denominadas de manera formal: Fuerzas de pacificación o de mantenimiento de la paz.

La creación de la ONU y también su puesta en funcionamiento fueron lentas pero con paso firme. La primera operación de mantenimiento de la paz se realizó en el año 1948 y acuñó un concepto que sin duda, con el paso de los años ganaría una gran fuerza simbólica y también real. El término bajo el que describió esta primera operación fue el de la “no violencia”. Es en este momento cuando se comienza a diseñar una nueva y diferente misión para el ejército. Los militares dejan de ser considerados como instrumentos de guerra y comienzan a ser vistos como productores de la paz. Sin duda este cambio fue progresivo y difícil. Con una guerra mundial tan próxima en el tiempo y tan viva aún en el recuerdo de la población civil, los ciudadanos no estaban interesados en nada que tuviera relación con el militarismo, aunque en ese momento (como ocurre también en la actualidad) los militares estuvieran formados para garantizar la paz y no para hacer la guerra.

Es importante tener en cuenta que durante esta etapa de la historia estaban ocurriendo graves conflictos. Por un lado, es inevitable hacer referencia a las crecientes tensiones propias de la Guerra Fría, que enfrentó indirectamente a las dos grandes potencias mundiales del momento, a EEUU (capitalista) y a la URSS (comunista). Por otro lado, no hay que olvidar que como consecuencia, en parte, de la Segunda Guerra Mundial, se empezó el proceso de descolonización, que en la mayoría de los casos se realizó a través de graves guerras civiles en los países que querían independizarse de los colonos europeos.

Un año significativo es 1988, las fuerzas de pacificación consiguieron un gran impulso porque habían conseguido importantes éxitos que reforzaban la idea de que la ONU estaba realizando una función necesaria. Fue ese mismo año, cuando las operaciones de mantenimiento de la paz recibieron el Premio Nobel de la Paz. En el acto de entrega del premio, Egil Aarvik, presidente del comité noruego del Nobel resumió de manera muy emotiva las razones por las cuales habían decidido conceder el premio a estas operaciones -se refiere a los militares que habían fallecido en momentos cercanos a la entrega del premio en una misión de observación “procedían de diferentes naciones y contaban con diferentes pasados y culturas pero estaban unidos por una sola aspiración: estar dispuestos a entregar su juventud y su energía en favor de la paz. Ellos se presentaron voluntarios para una misión sabedores del riesgo que corrían, y al final tuvieron que entregar el precio más alto que un ser humano puede pagar.” Con esta afirmación se muestra en parte la conciencia civil que se estaba comenzando a desarrollar sobre este tema y también resume de manera muy sencilla el espíritu de todos los militares que participan en una operación de mantenimiento de la paz, ya que lo hacen aún sabiendo que está en peligro su propia vida.

En el caso de España, debido a las circunstancias propias de la dictadura militar por la que estaba gobernado el estado, la historia de las misiones de paz comienza algunos años después. La primera operación de mantenimiento de la paz se realizó bastante más tarde, en comparación con otros países. Fue en 1989 cuando el ejército español participó por primera vez en una misión de paz. Se hizo en territorio angoleño. Supuso un gran comienzo para el ejército español en lo relacionado a las operaciones de este tipo. Se consideró muy exitosa por todos y se comenzó a mirar de una manera diferente al, ya convertido a profesional, ejército español. Sin duda los comienzos en España, al igual que le ocurrió al resto de países que forman parte de la Organización de las Naciones Unidas, fueron duros pero con al paso del tiempo este tipo de prácticas han conseguido, en la mayoría de los casos, la aprobación sincera de la población civil del país.

Desde entonces los militares españoles han estado en lugares muy diferentes y realizando funciones de muy diverso carácter, para poder adecuarse bien a las necesidades concretas de cada país o lugar en el que estaban destinados. La mayoría de las misiones que ha realizado España se denominan de asistencia humanitaria y de observación. Algunos de estos países han sido: Albania (1999) donde los militares españoles asistían a los refugiados albano-kosovares; Mozambique (2000) para ayudar a reconstruir la normalidad perdida por las inundaciones sufridas en el país; Macedonia (2001) lugar en que observadores de las fuerzas armadas supervisaron la entrega de armas de la guerrilla; Haití e Indonesia (2004 y 2005) los voluntarios españoles en colaboración con militares de otro países ayudaron a reconstruir los países tras graves desastres naturales. En 2006, el ejército participó en las misiones, con el envío de cinco observadores, en Darfur (Sudán); en la República Democrática del Congo nuestro país envió militares para que supervisaran que las diversas elecciones del país: las legislativas y las presidenciales, se realizaran de manera pacífica.

Ahora los destinos son diferentes, pero nunca cambia el empeño de los militares que se ofrecen como voluntarios para esta tipo de misiones. “Yo fui voluntario a una misión porque quería ayudar a la gente de allí. Veía los problemas que tenían por televisión y al estar allí ayudándolos me di cuenta de que estaba haciendo algo muy provechoso. Nadie va de misión solo por el dinero, tienes que tener ganas de ayudarlos de verdad.” Algunos de los lugares donde se pueden encontrar militares españoles son: Afganistán, donde con medios pertenecientes a la armada, el ejército de tierra y el del aire ayudan a la operación denominada Libertad Duradera; Bosnia, donde cumple funciones como observadores; El Líbano y Chad, donde que con su presencia consiguen un ambiente generalizado de paz; Somalia, acompañan a los pesqueros para evitar la piratería…

No podemos olvidar que los destinos y funciones de las operaciones de mantenimiento de la paz son en definitiva decisiones políticas tomadas desde organismo internacionales. Esto en ocasiones, genera sentimientos contrapuestos entre los militares que regresan de sus misiones: “tienes ganas de venir, a ver a tu familia, a tus amigos, a estar relajado… pero sientes dejar allí a la gente. Que si que la has ayudado, pero que necesitan más ayuda. Pero bueno no puedes hacer nada."

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